La tristeza tiene de amiga a la luna
y, en sus penumbras,
vaga por los campos de soledad…
El niño mozo pasea su secreto a voces,
habla sólo con preguntas y respuestas,
y se atreve y osa, y calla y muere.
Los suspiros se escapan…
por donde entran las ideas
y es valiente y prudente, cobarde en fino.
Sueña con la misma luna que cobija amores,
por los campos llenos y las penumbras claras.
Tristeza que dueles donde te instalas, cruel,
sal de cualquier realidad y cabalga
allá donde la nada no molesta, ni llora.
La reflexión sienta al buen mozo,
se levanta, acude, vuela…
y, como en los juegos de niños,
repara en que le quedan varias vidas…
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