Siempre celebro el griterío de los niños, su felicidad, pero hoy me han fastidiado la siesta, después de mi comida de "soltero" en el puerto… Y es que los agudos de sirenas infantiles, inagotables e inasequibles al desaliento (¿de qué me sonará a mi esta frase?), se perpetuaban hasta meterse por entre las suavidades de los sueños más exquisitos. Me paso un agua y lo cuento raudo… ¿Quién me ha visto a mi despotricando contra la espontaneidad infantil? Pido perdón… ya saben que quien no sea como un niño… no entrará en el reino de los ciegos… más perdón, quise decir "cielos"…
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