Observar los andares de la Naturaleza
es todo un edificante espectáculo…
Puedes ver una encina centenaria,
de gran diámetro y ramas robustas,
cuya sombra acoge al transeúnte en abrazo…
Cerca, unos pinos de cuello larguísimo,
salen del valle en busca del sol
traspasando los montículos cercanos…
Pero, en el raso, impotentes con el viento,
se han torcido melancólicamente,
para juego del niño que lo recorre,
o jubilado travieso que también niñea
con lo pintoresco de un paisaje
que, si el hombre le regala su ausencia,
se busca la vida de sol y agua,
y encuentra sosiego y, a veces, viento,
como todos…
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