La frialdad, sutil a veces, degenera…
en océano polar, hielo y ausencia.
Rostro impertérrito de blancos sin sudor,
paralizado en abandono como coche sin motor,
gélida actitud imperturbable del nihilismo,
sin idea ni principio de ningún origen,
sin conducto, sin corriente ni auxilio, sólo pena…
El frío cala hondo, quizá nace interior,
y luego impregna y endurece las entrañas.
Entonces, te cierras y no abres, no estás,
te volaron los sentimientos por no ser,
no eres ni contemporalizador ni contemplativo,
menos razonable, sólo una nada…
impasible a cualquier ademán de existencia.
¡Pobre alma que mueres entre hielos!
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