Detrás de una copa nunca vacía,
allá por los oscuros del abismo,
moría en sus silencios… la perdición.
Se acabaron las euforias ficticias.
Las proclamas etílicas, ahora degradadas,
sólo son más nube negra, sin relámpago.
En una gruta profunda sin ventana,
sin ilusión, ni musa, ni vestigio, ni vestiglo,
la desesperación se acicala y espera,
procurando un buen aspecto… a la muerte.
Antes vivió con los excesos, sin límite,
se alejó de lo prudente y comedido,
y acabó vencido de libertad condicional.
Eso sí, su copa nunca se vació de vicios,
presumió de existencia vital, eso también,
fue exigua, voló con la normalidad…
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