Pues parece ser que sí, si señor, seguro.
Yo también tuve doce años, todo un poema,
no por lo épico, mas bien por lo prudente.
Era niño de fáciles rojos de mejilla
y balbuceantes nudos e la garganta,
a parte de la consabida falta de aquello…
que siempre lamenté no tener: agilidad mental.
Mientras, me enamoré en silencio de una trenza,
negra y larga, que se balanceaba linda
detrás de una cara con rojos de manzana…
Y, en otro mientras, parece, cuentan, dicen…
que una niña, sin mirada aparente,
suspira en sonrojos, por los míos.
Son diarios que no cuenta la historia,
que pasan más allá de las montañas,
que ocurren más allá del pueblo y del barrio,
presencias…
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