Cogí tu mano, te miré a los ojos,
temblabas, con una turbación de aplomo,
y yo me sentí caballero andante,
protector de la mejor Dulcinea.
Y fuimos de la mano,
allá por donde nacen los ríos,
allá donde se sintonizan las músicas
de los bosques paraíso,
allá donde todas las flores
tienen aspiración de rosa blanca.
Y allá, en la piedra de un margen,
entre pinos y encinas...
y bases de romero en flor, nos sentamos,
y de la mano al beso progresivo,
y los cielos nos mandan luces de alivio,
y en la noche, caricias de luna creciente…
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