La fuente de la plaza parece soñar,
plácida y tranquila,
los surtidores duermen,
y hasta el sol se hace fotos
en sus aguas cristalinas.
Se acercan las nueve de la mañana,
y, a tu paso, se activan los treinta surtidores,
y uno interior de más diámetro
se exhibe majestuoso en tu honor.
Después, la vida sigue,
con el pueblo despierto,
un pueblo con fuente y plaza, vida propia.
La fuente y tú, y después...
el día se funde, la fuente se apaga,
y solo quedas tú…
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