Y en los deshielos del verano, a los oseznos y a sus papás, se les acaba el firme deslizante, y las aguas aumentan y se endulzan, y los pobres animales tienen que ir a buscarse la vida a otra parte. Esta es una realidad válida para todos aquellos que se quedan sin suelo, porque lo han malbaratado todo, derrochado, despilfarrado, y ahora vuelan, sin tener donde caerse vivos, buscando nuevos espacios para seguir con su destrucción habitual. De nada culpo a los oseznos ni a sus padres, sólo fueron una ocurrencia poco acertada, sin mucho que ver con lo que pretendo decir del desequilibrio humano…
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