En el bar se sirven callos picantes, y sardinas de la costa, y púlpitos de esos que deberían dejar crecer, pero que son una delicia para el paladar, pescaditos fritos y otros sueños con los que sueñan los regímenes habituales. Hoy, encima de la vitrina de exposición de las viandas, había un ramito de flores, espectacular, tres flores: una rosa roja, capullo acelerado de belleza intensa a explotar, una flor del paraíso de magnitud exótica, y un par de lirios blancos, como los mirlos, símbolos de pulcritud. Siempre me place, que se intercale la belleza en el placer, la hermosura de la sencillez natural…
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