Buscaré tu música preferida e intercalaré mis versos
para que, lo más cerca posible, te musiten...
toda la ternura de mi alma que se desdudó con todo amor.
Mis brazos serán tu nido de libertad, nunca una cárcel de oro.
Mis besos te surtirán de miel de los romeros,
y mis caricias tendrán la suavidad de los erizos,
una templanza protectora que proclama expectativas explosivas.
Y, en nuestro encuentro, columpiaremos nuestras ansias...
bajo la mirada cómplice de una luna emocionada.
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