divendres, 15 d’abril del 2016

Cuando no estaba, la intuía...

Me encantaba ver la calle por la que llegaba,
bajo la semisombra de unos árboles de hoja perenne,
ver tu bici pintada de azules de cielo,
y sobretodo tu silla vacía, antes de empezar las clases.
A primeras horas, la calle con árboles,
sometida a reflejos del sol,
dibujaba en mi mente tu figura emotiva,
de ojos explícitos y semblante plácido.
Instantes antes de tu llegada, la silla vacía
ya tenia tu aroma de rosa blanca y limpia compañía.
Aparecías, casi con el timbre y el silencio,
y empezaba la clase, y yo me enteraba poco,
pese al desesperado esfuerzo del profesor…

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