Me gustan las tascas, las tabernas, cerca del puerto, donde habitan los lobos de mar. Los dueños suelen ser buenos pájaros vividores del buen vivir y del mejor hacer. Lástima que por edad y salud, uno tiene que racionar sus visitas, pero garantizo que se respira paz y afecto, y vino de la bota del rincón, y un pescado fresco, y frito, y otros fritos frescos. Chupito casero, me cuenta el jefe, en mi última visita, y vaya hallazgo… ¡Quien pudiera beber! Pero con moderación aún se pueden degustar los placeres de la vida bucólica y los contactos humanos…
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