En el monte... las ardillas, y en los senderos que suben al castillo de turno, los tropeles de siempre... gente con palos de andar y caras de sufridos ganadores de medallas, y por las calles empinadas de curvas interminables, los ciclistas, en grupo ellos, aguerridos, solidarios, compartiendo agua, y arreglando pinchazos entre sonrisas y sudores. Un cachondo decía… “Oye que yo estaba tranquilamente en mi casa con el ventilador, y me estáis matando a golpes de proezas…”
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