Amigo Eolo, mándame una brisa...
que mueva sus rizos del color del trigo.
Vulcano, señor del agosto,
mándame unas lenguas de fuego,
compañeras del sol,
que le lleven a la playa,
y allí, con un café, aunque sea frío,
vivir la visión plena del encuentro.
Y si llueve, que sea sin truenos,
ni luces de malicias en tempestad,
y el agua fina le sepa a rocíos y a brillos,
y yo pueda extasiarme…
con la plasmación real de mis sueños.
Y allá donde vaya, que le acaricien...
todos los pétalos de las rosas blancas
y alguna ingerencia de orquídea.
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