Por los pasos del paseo marítimo,
se la veía lejana, pequeña,
de pantalón recortado y azabaches
persiguiendo las sombras
de sus cabellos al viento.
No era muy agraciada en los concretos,
pero tenía aquel aire desgarbado
que siempre me atrae.
Ganaba en las distancias cortas,
olía bien, hablaba mejor, decía,
mostraba contenido,
y uno se olvidaba de uno
y se rendía ante aquella vitalidad,
de belleza interior,
sin pretensión ni minifalda.
Sólo fue una visión de poco tiempo,
luego desapareció y fue como un castigo…
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