¿Y si hablamos de las rubias, con cola de caballo,
alta y generosa, altiva y vacilante?
¿Y si recordamos a las rusas de los patines,
que te pasan, casi por encima, por la escollera,
y que después, al verlas en algún descanso...
reparas en que se recrearon en su creación?
¿Y si al llegar a casa, miras a tu mujer,
y ves aquellos ojos chispeantes...
que no ves en las otras beldades del circo?
Feliz aquel que es capaz de amar y ser amado...
por unos ojos chispeantes, que te encienden el alma.
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