¿Han pensado, alguna vez, en aquello de tener intimidad, dentro de la intimidad? En la intimidad de un hogar, a la vieja y noble usanza, padres, abuelos, hijos, todo basado en el amor y el respeto. Siempre nos buscamos un espacio, propicio, propio, íntimo, de soledad casi, que sea todo un templo a nuestra privacidad. Puede ser un lugar de trabajo, pomposamente un despacho, o un granero donde el abuelo se hace rey de la granja, o una buhardilla que da luz al desván, y que los niños han convertido en la fortaleza de un reino inexpugnable. En el hogar tradicional la familia comía junta, y era algo sagrado, y las intimidades se abrazaban y se complementaban y se certificaban…
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