El cielo plomizo se abre suave,
unas gotas inmaduras acosan,
un paraguas negro, familiar,
nos enlaza, huelo a ti, tú,
y casi canto bajo la lluvia…
que no decaiga,
que no se acabe el encanto
de los cielos de plata
y proximidades de oro.
Mi brazo derecho te estrecha y centra,
mientras mi izquierdo se moja…
es como la protección de la propiedad,
una ilusión, una verdad.
El camino no me disgusta, quizá sea corto
y, como todo lo bueno, acaba pronto,
pero deja poso y vida, una vida contigo,
con el sol, después de la lluvia…
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