Esperas los soles como una suerte de lujos,
pero septiembre muerde sin freno el espacio.
Los bronceados con suspiros perennes
se ladean en espera de la noche estrellada,
con luces de discoteca, humos y risas.
La tarde fría de invierno llega rauda…
una niña auténtica late en una playa solitaria.
Más allá de los confines lejanos,
entre bosques y lagos con luna y romero,
un niño maduro retoza al destino,
y abraza su alma salada de niña.
Niña de los mares, azules ojos…
No hay paisaje ni distancia…
Amores de verano… y de siempre.
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