Era como la compensación, el complemento,
el número para hacer el cupo,
o la harina para espesar lo servido.
Desapercibida, como alternativa en suspenso…
Simplemente, no era, sólo apaño en apuro,
complemento y multiuso de a veces,
aquella luz apagada de cera,
aquella flor de vaso, marchita y olvidada…
El Señor no hizo maravillas con ella, lo sabían,
y la llevaban por cuestión de efectos,
contrastes, realces exteriores…
Quién pudiera, un día, escucharles el alma
y revestirlas con la condición de sus adentros…
Era, por supuesto, lo que no era por fuera,
sólo bella por dentro, coordinando las lujurias…
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