sin susurros ni languideces veladas.
Incluso en la distancia horizontal,
tus ojos son portavoces serenos.
Me encanta tu porte y clase, distinción,
visión natural de la fresa salvaje
que, sin pretenderlo, engalana el bosque.
Me rindo ante la visión específica
de los brotes con rocío y luciérnaga,
que en la noche guían al gazapo,
igual de tierno, igual de libre…
Celebro la belleza de las hojas muertas,
porque fueron aliento y enlace de suspiros.
Me gustas tú, que inspiras relámpagos reales…
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