dimarts, 23 de setembre del 2014

Silencio... ¡la música!

Allá por donde los preludios de los conciertos
afinan las pautas para que se cumplan los deseos,
los delirios rocían las notas, las musas sonríen.
El alma artística del músico se eleva
cual ascenso sublime de la armonía.
Se levanta el ansia del telón, lento,
el silencio más rítmico invade la sala,
una luz incipiente, se corta la nada…
Parece que todo se detiene,
la noble guapa ya no se acuerda del vestido nuevo,
el palco del galán con monóculo se atenúa,
ya no hay risa ni muestra superflua…
Los genios dormidos salen de sus cuerdas
y explotan en trompas y timbales,
trompetas que proclaman la belleza del sonido puro,
incluso con final rítmicamente estridente…

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