Hoy paseé mis muy bien acompañadas soledades,
me peripateé la ciudad acariciando recuerdos.
Pasé por la estación y esperé el primer tren,
sólo al tren, no esperaba a nadie,
aunque siempre es interesante observar
quién sube o baja, con sus caras de refrescos espumosos,
o sus actitudes indefinidas con disfraz veraniego…
Subí hasta la Catedral y Sant Magí, templos cerrados,
o quizá abierta la primera previo pago, evidentemente,
y yo comprendiendo, sobretodo, que, en cualquier creencia,
un templo cerrado pierde toda su razón de ser.
Pasé por la escuela donde estudié Magisterio,
y me gocé sus cercanías amables,
vivencias de otros tiempos donde todo era posible.
Por la parte alta de la ciudad huele a vieja y a historia…
columnas, murallas, restos de gloria,
auténticas reliquias en piedras y columnas.
El circo romano, placer del visitante,
y todos los museos del mundo dan fe y presencia impagable
de esta maravillosa ciudad romana.
La vuelta a casa es de bajada,
el día, con un ligero airecillo fresco…
Placer de paseo, con recuerdos de gratas vivencias…
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