Los árboles de la plaza aún verdean,
pese a los latigazos intempestivos…
Unos bancos húmedos, vacíos,
sin palomas ni catedrales bien conservadas,
como diría un amigo mío…
tampoco niños, ni pelotas, patines…
Ha lloviznado y huele a remojo,
Los asfaltos se regeneran, se respira.
La plaza está vacía… son las doce,
se escuchan posibles silencios,
ecos de voces de niños, sin pausa,
noches con suspiros de fuego.
Despacio, sin prisa, con calma,
regreso al hogar donde cojo y recojo,
donde rindo y observo la paz de la plaza…
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