Te vi prudente, discreta, cuerda,
en aquel punto perfecto de estado,
donde armonizan el silencio y la dicción.
Te vi lúcida y oportuna, natural,
sin pose ni efectos especiales de película,
en otra escena donde había realidad…
Te vi, como extraída de un libro,
con las letras pegadas para ser leídas.
Uno, siempre ávido de lectura y saber,
accedió sin freno ni pausa…
y saboreando cada porción de nobleza,
descubrí la esencia detrás de las letras.
Te vi y no dejé de mirarte.
Te vi y me absorbiste en disimulo…
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