Columpiaba a su hijo, con fuerza, el niño lloraba, con ganas, con pánico, y comentaba el hombre, hay que hacerlo fuerte. Llorar ensancha los pulmones, y vencer el miedo es edificante, decía. Y yo le hubiese roto la cara, para que dejara de decir sandeces, pero pasé de largo, y a la vuelta, los volví a ver, con el padre empujando al hijo por el tobogán más largo, el hijo llorando, evidentemente, y el padre convencido de hacer una gran labor. Amigo mío, o no, los pulmones también se oxigenan y hacen grandes con unas buenas risas de felicidad, sin miedos ni traumas.
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