Cuando te vas, me voy llenando de vacíos,
que voy rellenando al sol con los azules del mar.
Y cuando vuelves, como un Raimon cualquiera,
dejo los libros de mil caballerías, para abrazarte.
Nací mucho antes y, con el tiempo, a uno lo jubilan...
tú viniste muy después, como un premio a lo sembrado,
como un amanecer en blanco del buen propósito
de mi cacareada naturalidad…
Y aún hoy, después de mucho ayer ilustre,
cuando te vas, se alarga el peldaño en subida,
y la casa se hace inmensa...
y el sol de nuestro mar azulea menos.
Pero vuelves, siempre vuelves, y cuando te veo...
dejo el blasón y la corte y te abrazo.
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