Estábamos enlunados, un poco salidos...
para entrarnos uno al otro.
Retozamos en la era y en la plaza,
nos mostramos al mundo y al pueblo,
sin andar ya por más ramas.
Y en el baile del barrio,
con las madres con silla y ojos avizores,
vigilantes, ejercimos el retoce suave,
para ser visto de tal manera
que no resuene por todas las casas de la villa,
como aquel que pasea inmadurez y vicio,
como pasto de las criticonas rurales habituales.
Estábamos enlunados...
era amor del bueno, imparable.
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