Salió como los caracoles, tras la lluvia,
buscando con lento desespero las hojas remojadas.
Se presenció como los lagartos en la pared,
que persiguen voraces los mosquitos
que se acercan al calor de las farolas.
Se hizo notar como una rana,
que se subió a una hoja de nenúfar,
y desde allí croó, con ganas y a los cuatro vientos,
todo el amor que atesoraba…
Salió de una lámpara, en un despiste de Aladino,
y pudo ser, de una vez, el príncipe encantador,
desencantado, al fin…
Pues eso y en todo y en más, mágica… tu presencia.
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