No, nunca busqué los fríos que desprendían tu mirada,
más bien una calma que templara mis inciertos,
en aras de un propósito liberador de la más cruel de las indiferencias.
Tampoco mendigué un beneplácito, ni negocié una vía de contacto,
no, no hablé de oídas para los oídos mosca que siempre te coronan.
Sólo te observé, de cerca, cuando pude, y te vi petrificada, etiquetada,
condicionada a la orden de un diseño, a piño fijo, lejos,
muy lejos de mi alma equivocada…
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