Pasean de la mano, lentamente,
muy lentamente, los años pesan, ella cabizbaja,
él, pese a lo cejijunto de su expresión,
dibuja una sonrisa, procura hablar y distraer.
Deben ir por los ochenta...
ella ya abrazó los principios del alzheimer,
él deshaciendo este abrazo y mostrándole el suyo.
Ella, en un principio reconoce su mano,
y se aferra a la vida, y a mi me sonríe,
y hasta parece conocerme…
Avanzan, sin detenerse, poco a poco, y yo pienso...
...que no nos falte nunca una mano amiga,
la Teresa nuestra de cada día, de cada noche…
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