En la escuela de padres, solo acudían aquellos que, posiblemente, ya eran portadores de los conocimientos necesarios para ser padres. Era triste comprobar que a algunos matrimonios jóvenes, más interesados en ganar dinero para que al niño no le falte de nada que en estar cerca de él, cuando son del todo insustituibles, no aparecían por las aulas ni por casualidad. Supongo que los padres tenemos el ejemplo de nuestros padres y de los ofrecimientos de la vida, pero siempre me gustaron este tipo de escuelas con gente preparada y ducha en experiencias, profesores expertos en diferentes situaciones, que pueden abrir los ojos de los padres inexpertos que, pese a su buena voluntad, desconocen e interpretan mal aquello que llamamos amor filial, que les ciega y les conduce a comportamientos absurdos. Siempre se critica, con mucha facilidad, a los profesores en general, y yo solía decir que por cada profesor que no está bien preparado para ser profesor, hay diez padres que no están preparados para ser padres. No quisiera ser desagradable, pero me contemplan más de cuarenta años de experiencias y no debo andar muy lejos en mis apreciaciones. Mis respetos a todos los padres y profesores con voluntad de aprender, colaborar y entenderse. ¡Sean felices! ¡Feliz Año!
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