Era un restaurante de lujo, fuera de mi alcance en aquel entonces. Había candelabros en todas las mesas, y servían con platos inmensos, comidas minúsculas, que no me parecían ni comida, no había cuchara, y el pan era de colores. Recuerdo que pasábamos de largo, sin mucho suspiro, porque nuestras madres, para las fiestas navideñas, siempre criaban unos pollos de corral. Aún huelo el aroma de la sopa y todos los platos de cuchara que, con productos naturales, se hacían en nuestras casas…
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