Después del viaje por Castilla la Mancha, en Tarragona vuelven a ser las cuatro de la tarde, el sol en retirada, me regala los últimos suspiros, el mar está tranquilo, y los cormoranes, siempre juguetones ellos, y las gaviotas, siempre hambrientas ellas, esperan las barcas de los pescadores, de donde cae su sustento de cada día. Una pareja de aspecto asiático, pasea delante mío, ella anda para atrás, como los cangrejos, y hace movimientos pendulares con los brazos, él la mira tieso como un palo. Yo saludo a los habituales, la vida sigue, cada persona... un mundo.
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