Fui corriendo a sujetar sus ojos en caída libre,
recogí su pañuelo y me encontré
con un aparente de sonrojo,
como salido de una tierna turbación.
Aún recuerdo el delirio que me produjo
el lenguaje de su abanico en el último verano,
y ahora tengo los síntomas fertilizados
de todas sus maravillosas insinuaciones.
Ya todo está vendido, mejor dado al natural,
el sábado con sol es perpetuo,
y el amor de los domingos se circula placentero y aseado.
¡Que bien hace el bien y lo bueno mejor!..
Y es que no hay nada más logrado
que recoger unos ojos que se caen,
para ti, a tu alcance, en exclusiva y rigurosa pleitesía…
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