Mi amiga Lidia, un encanto de persona, recordaba aquello de que, a veces, la soledad es el precio de la libertad… Pienso que, tanto una como otra, no tienen precio y, si me apuráis, tampoco creo que existan del todo. La soledad siempre se vive en compañía, con el amor o el desprecio de las ausencias o con la presencia de los recuerdos a la carta… De la libertad, siempre he pensado que, en su máxima expresión, acaba siendo, posiblemente, una esclavitud denigrante, aunque el hombre no lo es si no es libre. Recuerdo entrañable a mi amiga Lidia…
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