Te sumes en un tercer grado profundo,
víctima de un desencanto contundente…
que, en su formato, te alejó hundido
de todo alegato racional de la vida…
Estado de febril inconsciencia,
donde ves pasar las rosas por tu lado
portando las sonrisas del misterio…
ves pasar la versión habitable del destino
y tú… sin enterarte, ausente…
El tiempo, dicen, es un reparador nato,
sobretodo de exteriores, el motor...
es otra historia, para un buen mecánico
que entienda de los ciertos interiores.
Pero hay una vuelta posible,
después de que el bosque haga el resto,
y, en la vuelta, volverás a ver…
lo que te negó la ofuscación obsesiva,
y sentirás los aromas de las rosas
que, a tu paso, irán sembrando pétalos
y volverás a sentir las músicas…
y los silencios otrora angustiados
tendrán cada vez más compañía…
La fuente se alegra contigo
y una luz emanada de tus ansias
coloreará los chorros en albricia.
Tu tristeza, en retirada, será un recuerdo…
empieza la vida, otra vez… la vida.
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