Y… en un cansino de existencia,
me busqué un consuelo en la intemperie,
allá por el reino de los fríos de la noche.
Nada que hacer ante la intensidad del fuego,
volcán en erupción descontrolada...
Castillo derrumbado, montaña infranqueable,
y, luego, sólo fuego y destrucción…
Al niño se le han roto los juguetes,
y al hombre se le quema el alma,
y no hay agua que apague nada,
ya no hay agua, sólo incendio, fuego…
Chamusquina, apenas cenizas pisadas,
que, quizá, abonen algunas esperanzas.
Quizá, alguna vez… posiblemente.
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