Ellos cabalgan insaciables… yo los callo. Yo, y perdón por el pronombre personal, vivo en la naturaleza urbana, pero también bucólica, rural, aquella del propio pueblo o de las afueras de la urbe… y no vivo contra ella, claro. Uno espera siempre la justicia y no se instala en los errores esperados, como comentaba el señor Kafka. Vine, quizá apartado de los que hablan… “Hace tanto tiempo que nadie dice nada”. Nuestros políticos son un templo a la decepción, cualquier indicio de esperanza se corrompió en pleno ejercicio de sus falsas proclamas. Algunos se corrompen fácil, incluso antes de llegar al poder, o como pago previo por conseguirlo… Me ponen enfermo las tertulias, aquellas sin libertad, a la voz de su amo. Me ponen histérico los portavoces, hablando y llenándose la boca de democracia y limpieza utópica, negando y transformando evidencias, acusándose los unos a los otros, escondiendo verdades y robando al pueblo, que es la misión del poder establecido. Es lo que vivo y así lo siento… Afortunadamente, mi televisor tiene mando… y los callo.
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