Que me hablen los estruendos
que el tiempo escondió inoportuno.
Que la prudencia haga vacaciones
y que el grito espontáneo salga
cual logro y conquista en desacato.
Nunca comulgué con ruedas de molino,
nunca fui un pasmo guardado en desuso,
menos un eco de un lamento infundado.
En la explosión de lo noble y cierto
soy los mil reflejos del eterno neón.
Que me hablen las albricias
de aquello que nace en orgullo,
con el aprecio incalculable de la dignidad.
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