Y quise ser como aquella ola que se queda,
que se acomodó en la dorada arena…
Y soñé con la lluvia fina, inesperada,
de un verano cálido, estrellado…
Y me subí a los lomos de un flamenco,
y me bajé en la laguna escondida,
allá donde no llega la mano turbia del hombre.
Y por la tarde abracé el amanecer,
se me enfadó la luna entre las nubes,
y, en el día, en disimulo, discreta,
me habló de la complicidad de las estrellas
y que, después del amanecer y el día,
hay un más allá más lejos…
noche, luna, nubes, estrellas…
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