Aquella mirada que se oculta tímida tras la ventana,
aquella puerta que no abrió a tiempo...
y ahora otea la calle desde un octavo piso,
sin posibilidad de lanzar la trenza ni la sábana a nudos.
Allá en las más bajas alturas, malvives en el desconcierto
que provocaste por callar tu corazón…
Sola, a merced de los augurios sutiles, buscas consuelo...
en lo que dura, a paso firme, verlo cruzar la plaza.
Buscaré entre mis aciertos, un mañana,
y me iré contigo a cruzar la calle,
y juntos miraremos tu ventana vacía…
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