Te quiero desde el segundo día,
porque en el primero me tildé de infanticida,
pese al beneplácito de las proximidades sugerentes.
A partir del tercero y los siguientes,
tu te encargaste de florecer en mi alma,
y así hasta hoy, que voy como prendido...
de un rosal de rosas de colores,
con hojas verdes de esperanzas verídicas
rojos de amores perpetuos...
y azules que vienen del mar del cielo
y me presentan en sonrisas de perfume y bienestar.
Quizá pude cuidarte mejor, pero, ya sabes...
nunca te quise quitar protagonismo,
tú cuidas mejor, por supuesto...
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