Cañas y más cañas, siempre enamoradas del río,
también una higuera se ha incrustado
entre las piedras de un desagüe maloliente.
Aparte el césped, más o menos bien cuidado,
para que quede bien plasmada la intrusión del hombre,
en el paisaje natural de la desembocadura del río Francolí,
huele un poco a cloaca, por mucho que el mar le eche una mano,
que ya no es azul, pero más limpia que la que llega.
Por la noche se escucha el graznido de los patos y el croar de las ranas.
Después del puente del ferrocarril, se forma una balsa grande,
reposo de gaviotas y palomas...
Si cierro los ojos, y oliendo diferente...
oigo músicas del Delta del Ebro.
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