Vino como la lluvia a la vida,
como el agua al incendio
de las almas abocadas al desespero.
Fue la gota que colma la calma,
la lágrima que reconforta
todos los consuelos
y certifica las verdades.
Llegó como el rocío rocía las rosas,
cristalizando, casi, la hermosura,
como un cuadro con luces de plata
que realza la equidad de sus esencias.
Apareció cual maná, sustento del espíritu,
blanqueado y blanquecino,
primavera de invierno de forma y fondo,
dando esplendor a los otoños mejorados…
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