Caballos en la pradera, entre montañas.
Destaca una yegua negra,
un río tranquilo y pasto, mucho pasto.
Les une el amor a los caballos
y los tratan con gran cariño,
y se preocupan de los percances,
de cómo traerlos al mundo con todo cuidado.
Cabalgan juntos y, como siempre, llueve,
y se cobijan en una cabaña abandonada,
hace frío y, como dirían ahora, la lluvia les pone,
y encienden un fuego, también en su alma.
Y cuando despiertan, lamentan que ya no llueva…
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