Llegaste a mi como escapada de una prudencia
y te fuiste con los ojos a la otra parte del miedo.
Y yo, en pleno deshielo de las euforias infundadas,
divisé tu divisa natural, como el agua de lluvia antes de envasar...
Y te vi como flor de acantilado puesta al alcance de los lobos,
hambrientos de brotes tiernos de primavera, y cómo no,
me erigí, caballo blanco y espada justiciera,
para cultivar tan bella flor, que dio tan bellos frutos…
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