dimarts, 27 d’octubre del 2015

Perdido

Ni el silencio me hablaba de ti,
y, en mi tristeza de una noche sin fin,
reparé en la luna, y me lanzó una trenza,
como hacían las doncellas
en los castillos medievales.
El destello me roció de amarillos
y me subió por las antesalas de los cielos,
y pasé por sus recónditas salas
por donde pululan los alumnos despistados
y los amores no encontrados,
que enajenaron los principios de los nobles deseos.
Me embaucó la luna, y parece ser que aún ando...
perdido por los árboles sin selva, desorientado.

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