Te veo vestida de otoño,
con rizos blanqueados,
pero con ondulaciones
que aún hacen juego...
y magia con tu sonrisa.
Tu hoy es un ayer
en reflejos permanentes
de una vitalidad sin futuro
en la decadencia de las euforias.
Veo tu presente esplendoroso,
tu gracia en abrazo...
a la vida y a mi,
es como el premio
que lleva implícito
el sueño de la realidad
que siempre soñé.
Sabes que te quiero,
Santa Teresa...
de mi casa gloriosa.
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